Con poco más de 20 años y una mirada inquieta de la vida, Ailen Mathiess, argentina de nacimiento pero ciudadana del mundo por adopción, decidió archivar dos años y medio de la carrera de Economía en Buenos Aires, abandonar sus viajes en colectivo, los asados y facturas de los domingos, la compañía del mate con amigas y los paseos por las calles del barrio, para "resetearse" mentalmente, armar las valijas y vivir como nómade con decenas de extranjeros en la misma sintonía.
Su búsqueda, en realidad, era mucho más profunda que encerrarse en una casa de Gran Hermano itinerante o viajar en grupo por el mero desafío. Signada por el futuro y por el deseo de escapar de fórmulas probadas en educación, se topó con Minerva, la primera universidad de élite sin campus fijo, ni exámenes, clases magistrales y masivas -que hoy le hace sombra a instituciones prestigiosas como Harvard y Princeton, y que además cuesta la mitad- y no tardó en inscribirse. "Estaba acostumbrada a ir a clase, sentarme y, una semana antes del examen, ponerme a leer todo, memorizar, rendir el examen y chau. El problema es que me olvidaba todo. Ahora, en cambio, me preparo especialmente para cada clase y aprendo mucho más que antes", describe entusiasmada a LA NACION.