Zuckerberg versión militante territorial

El dueño de las redes sociales más valiosas se perfila, sin expresarlo, como dirigente. Oye a los “heridos” del cataclismo demócrata.

Cual si pasara en una ambulancia, Mark Zuckerberg pareciera ir recogiendo a los heridos del cataclismo al que Donald Trump y los propios demócratas estadounidenses se sometieron a sí mismos.

Los espantados por la corrupción de ese partido, los ambientalistas y científicos temerosos por la nueva política nada verde de Estados Unidos que niega el cambio climático, los inmigrantes de todos los colores y, sobre todo, los jóvenes –siempre menos participativos en un sistema donde el voto no es obligatorio– forman parte de su objetivo.

Si el multimillonario “malo” pudo ser presidente, ¿por qué el multimillonario “bueno” no podría jugarse una ficha?

Con esto de que elige un objetivo por año y el que se propuso este 2017 es conocer los estados de su país a los que nunca viajó, el creador de Facebook –red social que esta semana anunció 1.900 millones de clientes– y dueño de WhatsApp e Instagram recorre de un modo muy particular sus destinos nacionales: a la manera de los dirigentes políticos territoriales.
Todavía no lo acepta de modo explícito. No lo dice. Capaz que es un período de prueba para ver si le gusta y si empieza a medir. Total, puede hacer lo que quiera. Dinero para la campaña no le faltaría. Medios de comunicación, evidentemente tampoco. Pero sus visitados, a los que les suele caer de sorpresa –porque el hombre no quiere que sus interlocutores se preparen para la charla– lo exponen.

Nomás la semana que terminó, estuvo en al menos tres sitios donde habitan los mortales. Fue a cenar pastel de carne a la casa de Danile Morre y su esposa, dos simples demócratas desencantados, que viven en la pequeña Newton Falls (Ohio). “Creo que la intención de Mark era conocer mejor cómo Ohio se había convertido en un estado cambiante, de ser tradicionalmente demócrata a dar su apoyo a Trump. Cuanto más charlaba, más me gustaba su forma de pensar y más inspirador me resultó”, dijo a la prensa de su pueblo el anfitrión elegido. Otro futuro votante. Un votante promedio demócrata que había cambiado su preferencia en las últimas elecciones presidenciales, donde los 18 escaños de Ohio resultaron determinantes para la victoria republicana.

Un día después de comer pastel de carne popular, Zuckerberg mantuvo una charla con estudiantes musulmanes de la Universidad Michigan-Dearborn. Nadie podía tener cámaras de foto ni grabadores. Sólo él subió las imágenes y etiquetó.

Los musulmanes son blanco de una ola xenófoba en Estados Unidos promovida por el propio presidente, ya sea con sus palabras o con sus vetos migratorios. Tras escuchar a los alumnos, el programador se reunió con la comunidad científica de esa casa de estudios para “oír sobre los problemas que tiene el financiamiento de la ciencia”.

De Ohio y Michigan, según su cuenta de Facebook, se fue a Indiana, para reunirse con los bomberos del parque de South Bend: algunos blancos y otros de origen afroamericano. Escuchó sobre adicciones juveniles (en Estados Unidos son los bomberos los que llegan primero en crisis de intoxicación) y sobre la discriminación que sufren los afroamericanos, inclusive, cuando realizan una labor pública.

Zuckerberg, ese chico “normalizo”, víctima de bullying en su primera juventud “por nerd”, poco ostentoso, fuera de toda pretensión de moda, que no nació en cuna de oro, casado con una descendiente china y que se convirtió por sí mismo en el joven más rico del planeta, es la corrección política hecha sueño americano.

Sueño americano, al menos, de las cosmopolitas costas oeste y este de Estados Unidos, que colisiona y compite con el sueño americano versión industrial y conservador que compraron los que votaron al magnate inmobiliario en noviembre pasado.

Si no hubiera habido Donald Trump, futuros e hipotéticos adversarios del dueño de Facebook podrían decirle que gobernar un país es muy distinto a crear una red social y que en su billetera no hay ninguna credencial de experiencia en gestión pública.

Pero al momento de sentarse en el Despacho Oval, Trump tampoco había tenido responsabilidades formales en la cosa pública. Hasta en eso es potable Zuckerberg para el lado “izquierdo” de la supuesta grieta norteamericana.