En El Mirador, un paraje de Traslasierra a 1.100 metros de altura, unas chicas juegan al fútbol y sueñan en grande. Gracias a la pelota, muchas conocieron el mar.
De un paraje poco conocido y menos poblado, situado a 1.100 metros de altura, al norte del valle de Traslasierra, salió el equipo que es el actual campeón provincial de fútbol femenino Sub 14. Son las chicas del Ipem 384 de El Mirador, que a fuerza de garra y entrenamiento impusieron su juego en Córdoba y se destacaron luego a nivel nacional en Mar del Plata. Ellas obtuvieron, además, el Cóndor de Plata 2016, premio que entrega la Agencia Córdoba Deportes.
La mayoría jamás había salido de su serranía. Su historia es también una página de gloria deportiva, menos visibilizada, pero igualmente valorable. Una muestra de cómo el deporte integra y vence barreras.
“Para mí, el fútbol es todo, no sé qué haría si no jugara, camino una hora y media para venir a la escuela y otra hora y media para volverme, pero eso es un buen entrenamiento, yo sueño con jugar profesionalmente”, afirma segura Verónica Gauna (14 años), quien vive en el paraje San Jerónimo, a 10 kilómetros, con sus padres y seis hermanos.
Casi todas sus compañeras de equipo tienen frases, historias y sueños similares, pero “la Vero”, de llamativa habilidad en la cancha, es “la ídola” de varias de ellas.
Pampa de Pocho se denomina la meseta ventosa situada al norte de Traslasierra. A 20 kilómetros de Villa Cura Brochero, la ruta 15 lleva hasta El Mirador, un paraje de apenas nueve familias y una escuela que recibe a 104 alumnos de nivel medio de una amplia zona rural. De ellos, 21 se alojan en el albergue escolar. En ese lugar, el fútbol se transformó en una pasión desbordante que supera edades y sexos.
Cecilia Martínez, la directora, marca: “Las chicas son el orgullo y la admiración de todos aquí, su triunfo es fruto de un trabajo de años del profesor Daniel López, y más allá de lo deportivo, su esfuerzo se relaciona con una forma aguerrida de afrontar la vida”.
La docente advierte que en la zona hay padres que aún se resisten a que sus hijos vayan a la escuela secundaria, sobre todo si son niñas. La mayoría de ellos son pequeños productores rurales serranos o puesteros.