Gusti Fernández y el poder de la mente: cómo hizo para expulsar los fantasmas y conquistar el Abierto de Australia

Cuando el cordobés Gustavo Fernández , uno de los mejores tenistas del mundo en silla de ruedas, asevera, sin dudar un instante, que no cambia "volver a caminar" por todo lo que le pasó en su vida deportiva y familiar, no miente. Por más resonancia que tenga esa sentencia de un muchacho de 25 años que a los dieciséis meses de vida perdió el dominio total de su tren inferior al sufrir un infarto medular –lesión que padece una persona de cada seis millones–, dice lo que siente, siente lo que dice. Nunca tuvo límites –ni físicos, ni espirituales– para ir en busca de sus anhelos. Su familia, con sangre de deportistas, lo acompañó "en cada locura". Reflexivo pero impulsivo a la vez, tolerante pero muy autoexigente, el Lobito Fernández había entrado en una suerte de laberinto del que no lograba salir. Número 1 del mundo durante siete meses desde julio de 2017, vivió un impacto emocional desde ese momento y retrocedió algunos casilleros, pero más que en el ranking, en su clasificación de confianza.