Ahora quieren echar a los jueces

La historia no olvida. La primera gran sentencia de un tribunal sobre la corrupción kirchnerista ocurrió justo en los días en los que el Gobierno enfrenta la peor crisis política por la injusta distribución de las vacunas contra el coronavirus. El rechazo social a los privilegios de los vacunatorios vip (que pueden significar la muerte prematura de algunos argentinos) tuvo una expresión importante ayer en una nueva tarde de banderazos. El descontrol en la administración de la vacuna beneficio a los amigos del poder, una práctica habitual del kirchnerismo. Lázaro Báez había sido sentenciado tres días antes porque lavó varios millones de dólares que cobró de un Estado siempre generoso con los amigos. Corrupción y vacunas en un mismo tiempo y espacio. La mezcla es nociva. Báez terminará en la cárcel con la pena más dura. Cristina Kirchnerestá esperando la hora de su guillotina. Las chapucerías de Báez no tienen perdón de Dios ni de los jueces. Tal vez las cosas habrían sido distintas si se hubieran hecho de otra forma. Obras públicas pagadas y no terminadas. Millones de dólares de Báez que se contaban en Puerto Madero con la alegría propia de los juerguistas. Hubo una casualidad en esos mismos días de escándalos y sentencias. ¿Existe la casualidad? A veces, sucede; otras veces, los conspiranoicos tienen razón. La casualidad consistió en que en esos mismos días cerca de 200 jueces y fiscales fueron intimados a jubilarse. Muchos de ellos sentenciaron la corrupción de los kirchneristas. Otros hasta son amigos de los que gobiernan. Pero no podían hacer excepciones si querían parecer (no ser) legalistas e imparciales. Abroquelaron a todos en su contra. La orden de limpiar los tribunales de jueces y fiscales partió de la jefa de la Anses, la camporista Fernanda Raverta. ¿Es una decisión de Cristina Kirchner, de Alberto Fernández o de los dos? Si fuera del Presidente, cometería un grave error político. Con esas maneras, no saldrá nunca del Congreso su reforma judicial.