BUDAPEST (enviado especial).- El chico sensación de este Mundial, ese que consiguió lo que ni Michael Phelps pudo, tres medallas doradas en un tarde, apenas asomó en los últimos Juegos Olímpicos. En Río de Janeiro, el tatuado y religioso Caeleb Dressel sólo compitió en las disciplinas de equipo (4×100 libre y 4×100 estilos). Eso sí, siempre se llevó el oro. Pero aquí Dressel encendió la turbina y escuchó el himno norteamericano en seis ocasiones. Ayer un desconocido, hoy uno de los preferidos de la hinchada del Duna Arena.
Muchos de los que iban de podio en podio en Brasil, en Hungría ni siquiera llegaron a las finales: como es el caso del sudafricano Chad Le Clos, en los 100 mariposa, o del kazajo Dmitri Balandin en los 200 pecho. La natación mundial evoluciona; la Argentina también, pero es difícil seguir el ritmo de las superpotencias.
Después de los Juegos de Londres, la selección argentina comenzó, bajo el asesoramiento del australiano Bill Sweetenham, a cambiar su modelo de entrenamiento. Apoyado económicamente por el Enard, el grupo empezó a realizar de tres a cuatro campus en altitud por año y a realizar más competencias por temporada. "Lo que nosotros hacemos desde hace tres años, el resto de los países desde hace 30. Estamos en el camino y vamos avanzando. En este deporte hay mucha competencia, la FINA (Federación Internacional de Natación) tiene 208 federaciones afiliadas, más que la ONU (193). En 2012, estábamos entre los puestos 35 al 45 del mundo, hoy del 20 al 24. La idea es seguir en esa línea", explica Raúl Araya, manager argentino.
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Este domingo, ya sin nadadores nacionales en competencia, el cuerpo técnico argentino en Budapest. Allí estuvieron Gustavo Roldan (coach de Virginia Bardach, Martín Naidich y Macarena Ceballos), Monica Gherardi (Federico Grabich) y Federico Rossi (Andrea Berrino). Se juntaron a analizar la actuación de sus nadadores en el Mundial. La nota destacada se la llevó la cordobesa Berrino en los 50 metros espalda. La atleta de Río Tercero no la pasó bien durante los últimos años, pero tuvo su recompensa a orillas de Danubio: fue la única argentina en pasar a las semifinales. "Sin duda, fue la actuación más sobresaliente, batió su récord dos veces el mismo día y quedó entre las 12 mejores. Va a seguir dándonos muchas alegrías", analizó Araya.
En la vereda de enfrente a Berrino se encuentra Grabich. Después de su bronce en Kazán, el argentino quería volver a mezclarse entre los mejores, más después del flojo desempeño en Río 2016. Pero se despidió rápido en Budapest y nunca nadó por la tarde (las eliminatorias son por la mañana).
En Kazán 2015 registró 47s12 en los 100 metros (tercer puesto) y 1m47s43 en los 200 (11°). Desde entonces, todo fue desmejorando. En Río 2016 marcó 48s78 y 1m47s41, respectivamente. Y en Budapest, 49s09 y 1m47s89.
Sin embargo, mientras Grabich busca recuperar sus tiempos de hace dos años, en cada competencia de élite las marcas disminuyen: el chino Ning Zetao hizo 47s84 para llevarse el oro en Kazán en los 100 libre; el australiano Kyle Chalmers, 47s58 en Río, y el norteamericano Caleeb Dressel, 47s17 en Budapest.
Sin embargo, Araya sostiene: "Los cinco mejores tiempos de Argentina le pertenecen. Es el nadador más talentoso de la natación Está buscando volver a sus tiempos de 2015, hay que apoyarlo".