Paulo Dybala aparece flaquito y rapado entre Pablo Burzio y Nicolás López Macri en aquella foto de agosto de 2011 en La Agustina, antes de su debut oficial en la primera de Instituto, en el inicio de la temporada de la B Nacional.
Desde entonces, todo fue evolución en la carrera del delantero de Laguna Larga, un pueblo que a 55 kilómetros de Córdoba capital late orgulloso por su hijo dilecto que ayer se clasificó con la Juventus a la final de la Liga de Campeones de Europa, máxima competición de clubes en el planeta.
A “la Juve”, una de las instituciones más poderosas del fútbol mundial, Dybala llegó luego de romperla en el Palermo italiano, adonde había arribado desde su Instituto.
Uno de los méritos de “la Joya” y los suyos es que la remaron bien de abajo y, si bien será el séptimo cordobés en jugar la final de la Champions, lo de Paulo adquiere otra dimensión porque se trata de un futbolista local que trascendió al plano internacional después de haber surgido desde la cantera y haber llegado al profesionalismo en un club nuestro, en este caso Instituto.
Aquella B Nacional 2011/12 fue clave para que Dybala diera el salto, porque la rompió y obligó a todos a hablar de él.
Sin dudas que Ramón Heredia (nacido en Cruz del Eje, jugó una final con Atlético de Madrid), Mauricio Pellegrino (Leones, Valencia), Claudio López (Río Tercero, Valencia), Pablo Aimar (Río Cuarto, Valencia), Walter Samuel (Laborde, Inter) y Martín Demichelis (Justiniano Posse, Bayern Munich) también nos ponen orgullosos a los cordobeses.
Pero lo de Dybala tiene el plus de que se formó y brilló acá, en el arranque de una carrera que hoy lo tiene a las puertas de más gloria, lo apunta como uno de los ejes de la refundación de la selección argentina y lo perfila para un pase histórico a otra potencia del fútbol.
La historia de aquel flaquito que ya es ídolo merece el Primer plano de hoy. Una historia de esfuerzo y talento que empezó en Laguna Larga y promete mucho más.