Jul
18
2019
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By editor
La recuperación del peso y los activos financieros de la Argentina en los mercados se estabilizó y encontró un límite esta semana, después de 60 días casi eufóricos en que el optimismo lucía hasta exagerado para muchos de los funcionarios que trabajan para la reelección de Mauricio Macri.El dólar encontró finalmente un piso en $42,50 en la calle, porque en el circuito mayorista desapareció la oferta de los exportadores cuando la divisa tocó 41,50 a principios de la semana. En 48 o 72 horas, el dólar subió lo que había caído en casi dos meses.La realidad económica sigue difícil, aún con signos que confirman una dispar mejoría. La inflación baja de los niveles delirantes del primer trimestre, pero el descenso es muy lento y la dinámica de aumentos sigue siendo muy elevada. Con dólar y tarifas congelados, y con una dureza monetaria extrema, el índice se mantiene más cerca del 3% que del 2% mensual.En junio, el consumo siguió casi 8% abajo del año anterior. Hasta el FMI, que mantiene un cerrado apoyo político a la reelección de Macri, admitió en público las dudas que presentan los especialistas privados sobre el futuro de la economía.No en vano, al explicar y advertir que un 2,7% de inflación es un número complicado, el presidente del Banco Central, Guido Sandleris, ocupó la mayor parte de la conferencia de prensa para anunciar este número y asegurar que sobran reservas y artillería para mantener al dólar quieto hasta las elecciones. Ya lo había dicho en abril, y tuvo razón. Ahora tuvo que repetirlo.Los números tranquilizan. El equipo económico calcula que hay unos 12 mil millones de dólares que los exportadores van a seguir vendiendo este año, sumado a los casi siete mil millones autorizados hasta fin de año en las ventas de 60 millones que hace todos los días el BCRA. Pero además se oficializó que el Central tiene como mínimo unos siete mil millones disponibles para intervenir en el mercado de futuros si hiciera falta para estabilizar el tipo de cambio.A menos de 30 días para las PASO, es probable que el Presidente haya recuperado imagen positiva en el electorado, como lo indican todas las encuestas más creíbles. Pero de ninguna manera desapareció el riesgo de un triunfo de la fórmula de Cristina.Aun mejorando en los sondeos, Macri aparece en casi todos entre 2 y 4 puntos debajo de Alberto Fernández. Y surgen dos fenómenos prácticamente matemáticos que, en teoría, podrían ayudar más a la oposición que al oficialismo en las elecciones de octubre y noviembre, que es cuando se juega en serio y por los puntos.El primero es que al polarizarse al extremo la elección podría ocurrir que el 90% de los votos se los lleven las dos fórmulas que se enfrentan: la de Macri o la de Cristina. Si la elección resulta un empate, o casi un empate, alguno se puede acercar o superar el 45% de los votos. Con ese número se podría definir la elección sin ballottage.La posibilidad de que no exista ballottage va en aumento, esa es en principio la debilidad de Cristina. Siempre se consideró que la ventaja de Macri era justamente la posibilidad de poder ganar en segunda vuelta, como ocurrió en 2015.El problema es que ahora las cosas no son como en 2015. No aparece, al menos en las encuestas, el tercero en discordia que asegura el ballottage y permite suponer que sus votos en octubre podrían correrse al oficialismo en noviembre. El 20% que obtuvo Sergio Massa en la primera vuelta de 2015 dividió el voto peronista y garantizó la segunda vuelta. Hoy eso no parece tan disponible.El caso de Córdoba es ilustrativo. Las encuestas arrojan que Alberto y Cristina lograrían entre el 33% y el 35% de los votos, casi el doble de lo que sacó Scioli en 2015. Parte de los votos que no fueron a Scioli y hoy sí acompañarían a Cristina fueron en 2015 al tercero en discordia. La fórmula Massa-De la Sota, que en Córdoba entró segunda, relegando a Scioli al tercer lugar.Esta cuenta es dramática en la provincia de Buenos Aires, donde ya no está ni Sergio Massa ni Florencio Randazzo para dividir el voto peronista. Todos coinciden en que Axel Kicillof es mucho mejor candidato que Aníbal Fernández, y es precisamente en el conurbano donde la figura de Cristina en la boleta presidencial parece imbatible.Es cierto que si bien en las PASO el Gobierno podría perder más votos a manos de Lavagna, Gómez Centurión o José Luis Espert, que lo que perderían los Fernández a manos de las opciones de izquierda, en octubre puede ser más factible que Macri recupere más que Cristina, de quienes no lo votaron en las PASO.El otro elemento a tener en cuenta es puramente matemático. Tiene que ver con el impacto muy distinto que significa el voto en blanco cuando se vota en las PASO o cuando se vota en las generales. Los votos en blanco se computan para los porcentajes del resultado de las PASO, pero no se computan en el resultado de octubre o noviembre.Quiere decir que si alguna fórmula lograra el 42% o el 43% en las PASO, esa votación, si fuera exactamente igual en octubre, llevaría a esa fórmula a superar el 45% y ganaría en primera vuelta. Si en 100 votos totales hubiera 10 en blanco, 42 votos para un candidato sería un 42% del total en la PASO, pero casi un 47% en octubre. Simplemente porque una cosa es 42 votos sobre 100 válidos, y otra los mismos 42 votos pero sobre 90 votos totales válidos, ya que no se cuentan los votos en blanco.No es un dato menor que en todas las elecciones provinciales el voto en blanco superó el 5%. Una vez más, en la teoría sería Macri el más afectado por la dispersión de sus votantes en la PASO, y le costaría más en ese caso superar el 40% en las primarias.Todos elementos que aumentan la chance de que no haya ballottage, y que alguno de los dos polos se imponga con más del 45%. Una elección polarizada entre dos fórmulas, al estilo de casi todas las elecciones que se vivieron en la Argentina a partir de 1983. No en vano la experiencia de 2015 fue la única de segunda vuelta, fuera de las circunstancias muy particulares de la elección de 2003, donde hubiera correspondido un ballottage entre Néstor Kirchner y Carlos Menem.La posibilidad de que la elección se resuelva en primera vuelta, en una compulsa tan polarizada cabeza a cabeza en la que puede ganar cualquiera, y con la economía que aún mejorando en el margen sigue con problemas no resueltos que afectan las expectativas, determina este nuevos status a menos de un mes de las PASO.Mucha prudencia. Mayor cautela cuando baja la espuma. Finalmente nadie sabe cómo votará la gente en agosto. Como en la mayoría de los órdenes de la vida, es probable que la verdad habrá de estar en el medio: ni Mauricio Macri estaba liquidado hace 60 días, ni ahora el Presidente tiene la carrera empatada y a punto de ganar. Sigue, desde luego, el peligro en la provincia de Buenos Aires.
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