River-Flamengo. El Monumental de Lima, un estadio en una escenografía soñada y en un barrio que debió blindarse por la violencia

LIMA, Perú.– La Avenida Javier Prado extiende sus brazos de doble mano de este a oeste. Larga, cansina, interminable, imprescindible, es testigo de bocinazos y volantazos en un abrir y cerrar de ojos. Las agentes de tránsito, sobre tarimas, una cada 200 metros, mueven las manos con la energía de la impotencia. Hacen lo que pueden. El destino desemboca en el barrio La Molina, un antiguo oasis de casas bajas y clase media alta. Un día, en julio de 2000, tras una inversión de 52 millones de dólares, se inauguró el estadio Monumental de Universitario, para unas 80.000 personas, suerte de espectacular mole de cemento rodeada por el cerro Puruchuco.